martes, 31 de agosto de 2010

REPORTAJE DESDE LA MAYORISTA








EN LA MAYORISTA NO SÓLO SE CONCENTRAN COMERCIANTES

Establecida como el centro de abastecimiento agrícola más grande del Departamento, se levanta al sur del valle de aburra, la Central Mayorista De Antioquia, una gran metrópolis de concreto, creada para facilitar la comercialización de estos productos y para concentrar en un punto fijo a los comerciantes que se dedican a la compra y venta de productos perecederos, pero no sólo los actores consagrados al comercio se concentran allí, detrás de esto se esconde un oscuro mundo del cual todos hablan pero en el que pocos quieren influir, hambre y pobreza.
Hasta allí llegan personas de todos los barrios de la ciudad, muchos porque es su lugar de trabajo y otros para librar esa constante y feroz lucha de supervivencia, valiéndose de la mendicidad como medio efectivo para conseguirlo.
Al ser un eje de comercio tan grande, la central también ha sido vista como una fuente gratuita de alimentos para algunas personas, las cuales escarban y rebuscan entre los desechos de los comerciantes, o simplemente recolectan la nobleza de aquellos que les brindan su ayuda traducida en aportes económicos y alimenticios, este es el caso de Gabriel Moisés Carreño, habitante de Niquía, un padre cabeza de familia que recolecta alimentos en la plaza “yo recojo los alimentos para el consumo diario de la casa y de ahí comemos 5 personas, hay días que recojo hasta dos costalados y lo que me sobra lo boto o se lo regalo a mis vecinos” pero esto se convierte en un arma de doble filo puesto que estos aportes la han convertido en una impulsadora de población flotante, algunas de las cuales llegan con la intención de llevar la comida a sus casas en pos de la supervivencia pero otros aprovechan la situación para hacer negocio.

Algunas causas de la mendicidad.
Las personas dedicadas a la mendicidad indican con frecuencia que las causas que los llevan a divagar en las calles en busca de su supervivencia son: Desplazamiento forzado, maltrato físico y psicológico en la familia, violencia en los barrios, consumo de sustancias psicoactivas, expulsión del sistema educativo, trabajo infantil y disminución de los ingresos familiares, el motivo que lleva a Emperatriz Reyes a realizar esta practica es precisamente la disminución de los ingresos familiares “yo vengo a la mayorista a recibir ayuda hace 3 años porque la plata no alcanza para comer, pagar servicios y pagar arriendo, además mi hija una administradora graduada en la Universidad de Antioquia está desempleada y con esto nos ayudamos todos” pero la señora Reyes no es la única que argumenta esto, a su lado hay por lo menos 240 familias que como ella acuden cada ochos días a la cancha San Fernando para recibir las ayudas que la Plaza en cabeza de la Fundación Central Mayorista les brinda, ellos se quejan del abandono y la falta de oportunidad laboral, lo cual las obliga a buscar en la bondad de la gente su sustento diario.


La Fundación Central Mayorista
La constante lucha contra la mendicidad como método lucrativo ha llevado a la Mayorista a buscar formas adecuadas para canalizar las ayudas de los negociantes llevando sus esfuerzos a la conformación de una fundación encargada de la recolección y posterior distribución de dichos auxilios.
La Fundación Central Mayorista es una entidad privada sin ánimo de lucro, que ejerce su actividad en este Centro de Abasto y en Antioquia, facilitando el mejoramiento de la calidad de vida de familias de escasos recursos.
Este organismo constituye el brazo de las campañas de responsabilidad social del centro de abastos y es dirigida por el administrador de empresas Sergio Palacio, un hombre de gran contextura, de mirada profunda y noble, pero detrás esconde una dureza implacable y una estricta forma de ver el mundo, él tiene un trabajo diferente, en sus días normales le toca batallar con la población marginada de la sociedad, todos quieren algo de él, unos solo un poco de alimento, otros una simple pasta para calmar el dolor de cabeza que les produce el gran estrés de la pobreza.
En su trabajo no se sienta a esperar la llamada de los hombres de buen corazón que quieren donar algo, con frecuencia sale a dar vueltas por la selva de cemento en que se convierte la plaza, habla allí, recoge por allá se hace parte de los comerciantes de la central y por sus propios medios consigue las ayudas necesarias para la actividad de los sábados, para poder así responderle a los necesitados que lo esperan con ansias alrededor de la cancha.
La familia a la cual se refiere, es a las personas que de él dependen, beneficiándose de la fundación, que suman por lo menos 240 familias, a veces más, nunca menos.
Algunos de los programas que lidera la Fundación son:
-El mercado quincenal
Aparte de esa ayuda semanal, la Fundación también entrega un mercado quincenal de víveres a 50 de los empleados más pobres de las cooperativas de trabajo asociado que laboran en la Plaza (de transportadores, de venteros ambulantes, de coteros) y a otras familias externas. En todo caso, el hambre y la gente que la sufre siempre es mayor que los alimentos que puede entregar. "Trabajamos con lo que tenemos día a día y no se queda nada de lo que llega".
-Por una vivienda digna
Como lo que ganan muchos trabajadores de la Central Mayorista solo les alcanza, a duras penas, para comer y no tienen techo o viven en casas de cartón con pisos de barro, la Fundación está empeñada en entregar 20 soluciones de vivienda prefabricada (de 30 metros cada una), a quienes tengan lote o terraza apta para la instalación.
-Apoyo para el Plan Padrino
Otro programa que promueve la Fundación de la Central Mayorista es el Plan Padrino: los comerciantes que lo apoyan aportan 25.000 pesos por mes para el sostenimiento de 50 niños pobres, la mayoría, de la Institución Educativa Pedro Estrada, ubicada muy cerca de la plaza.

Cifras en la ciudad de Medellín
La alcaldía de Medellín viene realizando una agresiva campaña que busca sensibilizar a la ciudadanía en no dar limosnas bajo ninguna circunstancia, la campaña fue llamada No Más Limosnas y estos son algunos de los datos recolectados:
3.430 Es el número de niños en la Calle que hoy ejercen algún tipo de “retaque” para subsistir, encontrados en Medellín según el último censo realizado por el Municipio.
9.600 Es la suma a la que ascienden si a ellos añadimos a ancianos y niños que no piden directamente pero que al menos hacen presencia en las calles y esquinas de la ciudad.
$70.000 Esta es la cantidad promedio que un Habitante de Calle está en posibilidades de adquirir al día.
85% es el porcentaje que el Habitante de la Calle destina de su ganancia diaria para consumir sustancias psicoactivas.
$15.000 Es el valor de alquiler de un menor de edad para pedir limosnas en las calles por 4 horas diarias durante 5 días a la semana.
$3.500 Es el valor por el que entrega una madre a su hija entre los 7 y los 13 años para que tenga relaciones sexuales con otros Habitantes de la Calle.
13 años Es la edad promedio en la que un niño de la Calle decide cambiar el pegamento por drogas más fuertes y adictivas. No lo hace para calmar el hambre, lo hace porque así lo ha aprendido.
El 80% de los niños y niñas que piden en la calle, lo hacen porque detrás hay un adulto explotándolos, hay una persona que les “cobra” lo que piden y, generalmente los menores no perciben de esa ganancia sino la exigencia de volver al otro día y con más.

En la cancha el cotejo se juega contra el frío
“a todo no se le puede decir que si, porque yo recojo con el corazón y espero que todos me den con la misma intención y al ser responsable de una familia tan numerosa me toca esforzarme un poco más que los demás.” Dice Sergio Palacio refiriéndose a la forma desinteresada con la que se deben recibir las donaciones.


Para algunas personas el día empieza más temprano que el resto de los habitantes de la ciudad de Medellín, Efraín castro, llega a su pequeño negocio ubicado al alrededor de la cancha San Fernando. Durante tres años ha sido testigo del acto de fe de unas cuantas personas que se dieron cita todos los viernes para cambiar el balón por unos cuantos actos de bondad.
Don Efraín sabe que el viernes es un día pesado, por eso su esposa es la encargada de administrar el negocio en las horas diurnas, mientras él y algunos otros que llegaron desde temprano toman atenta nota de las personas que acuden, algunos como el señor Juan de Jesús Londoño hacen el aseo de la cancha preparando la llegada del resto de beneficiarios que arribaran en las horas de la madrugada.
Cuando llega la noche, don “efra” como ya es conocido por todos, comienza a prepara el café, abre el enfriador para sacar la leche y se prepara para lo que será una larga noche , por que la tienda aparte de ser el centro de acopio de este grupo de personas es también su fuente de sustento, él, además es voluntario de la acción comunal y es uno de los encargados de repartir los fichos los viernes todo el día, pues hay personas que llegan desde el viernes en la mañana a cuidar el puesto que el sábado hacia las 9 de a.m les asegurara la comida de la posterior semana.
con su risa simpática atiende su pequeño negocio, pero abre su corazón a todo el que se le acerca porque para él “la vida es sacrificio y nada mas satisfactorio que ayudar al que lo necesita.” está dispuesto a sacrificar sus fines de semana por el bien de una comunidad y de toda nuestra ciudad, porque la gente que llega a este lugar viene de sitios tan alejados como san Antonio de prado, Aranjuez, Santo Domingo, Niquía, Castilla, El Limonar, en fin, allí, se congregan personas de todos los rincones de Medellín y sus zonas aledañas.
Son las cuatro y media de la mañana y la cancha ya se encuentra más que poblada, nada que ver con partidos de fútbol clandestinos, ni concentraciones de gente para algún tipo de excursión, aquí el cotejo se juega contra el hambre y el frío de la madrugada que se cuela entre los huesos y para conjurarlo la acción comunal tiene la tarea de hacer una ollada de agua panela, de la que participan los más madrugadores “los que llegamos primero nos ponemos a hacer el aseo de la cancha, conseguimos la leña para el fogón y montamos la olla” dice Juan de Jesús Londoño mientras le hecha un vistazo al cambuche que hizo, afuera de la cancha la noche del viernes.




Sergio Palacio hace su aparición a las 6 de la mañana, en sus manos trae los vasos con los que se tomarán el esfuerzo de los aguapaneleros y que a su vez servirán como fichos, pues uno a uno fueron marcados con el sello de la fundación, también con él llegan las carretas que traen los alimentos recolectados entre la noche del viernes y la madrugada del sábado, estos alimentos son recepcionados por Emperatriz Reyes para su posterior selección y organización “viene gente muy bien vestida pero no se sabe si lo necesitan realmente” dice la señora Reyes mientras organiza con cuidado los alimentos a punto de podrirse. Ella alguna vez escuchó que hubo gente que recibía los alimentos y luego los vendían, pero afirma que en general los que están allí es porque lo necesitan.



La anhelada repartición por fin empieza, cada uno pasa con su costal y el vaso que hace las veces de ficho, doña Emperatriz con la ayuda de otras personas va haciendo de manera equitativa la distribución de de los alimentos que llegaron para esa mañana, a todos les toca, nadie se va con las manos vacías.

Quizás las acciones de la Plaza Mayorista no hagan un cambio sustancial en los índices de pobreza y mendicidad, pero sin duda el impacto que este centro de comercio causa sobre la población requiere a su vez programas de responsabilidad social en las cuales se controle de la mejor manera para que la mendicidad como negocio lucrativo deje de ser un foco problemático de la ciudad, ahora bien ¿será suficiente?

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